Diálogos del agua
Rosa Regás

Rosa Regás


Las guerras no sólo se declaran y se mantienen con toda su virulencia para apoderarse de los bienes que
posee un país, destruir su cultura e imponer la propia del invasor sino también para controlar el agua que baja de los montes y en muchos casos desviar su curso en beneficio propio. Porque el agua es la vida de un pueblo y sobre el agua se asienta el progreso y la riqueza porque en torno a ella crece y se desarrolla la cultura, la higiene, la salud.

De ahí que en un verdadero diálogo sobre el agua lo que más llama la atención, lo que exige una reflexión más profunda es comprobar como cualquier derecho fundamental, los de igualdad, justicia y libertad, encuentran muchas más dificultades de las habituales para aplicarse y hacerse cumplir. E incluso más aún a la hora de exigirlos aquellos que los reclaman, derrotados como están por la escasez de esta agua potable que sume sus vidas en un derrotero de angustia, enfermedad y muerte.

Tal vez la incipiente toma de conciencia de la sociedad a un nivel casi doméstico, en ciertos casos también al de los gobiernos, pueda cooperar con los esfuerzos que se hacen desde una solidaridad más organizada para proveer de agua a los pueblos que carecen de ella. Tomar conciencia del valor de agua que tanto desperdiciamos, tomar conciencia de la injusticia que supone poseer y tirar lo que los demás ni siquiera alcanzan a vislumbrar, tomar conciencia de que el caudal de agua que poseemos es finito y que cuanto más desperdiciamos más pobres de ella dejamos a los que la necesitan, es un ejercicio indispensable para iniciar una vida más solidaria en la que nuestro comportamiento alcance a ayudar a los desheredados de la tierra.

Porque sólo del conocimiento puede partir una actividad fecunda, no de la imposición ni de la autoridad por eficaz que sea. Y el conocimiento sólo nace del debate y del diálogo.

El diálogo del agua, pues, en palabras o en imágenes es un paso necesario hacia una solidaridad que se sustenta en la justicia, y que se dirige hacia un mundo en el que todos los seres humanos con los mismos derechos y la misma dignidad, gocen de los beneficios del agua potable, es decir, de la vida misma.

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